martes, 17 de enero de 2017

[Postales del 2016] Panel "Sobre los bordes de la infancia y la escritura"






Al igual que el año pasado, nos interesaba poder incluir dentro de nuestra participación en el VIII Festival Nacional de Poesía en la Escuela una instancia de formación que nos permitiera volver a pensar las prácticas. Esa instancia fue el Panel Sobre los bordes de la Escritura y la Infancia. Un espacio en que los profesores e investigadores Germán Prósperi (UNL/UNR) y Daniela Fumis (FHuC - UNL) compartieron sus saberes en torno al borde teórico que implica la instancia de escritura en la infancia. El eje de este encuentro fueron las escrituras infantiles compiladas en Y las estrellas caminaban como nosotros (Ediciones Barriletes, 2016).

lunes, 9 de enero de 2017

Amadeo y otra gente extraordinaria - Graciela Montes (1985)



Aquí se puede descargar Amadeo y otra gente extraordinaria (Gramón/ Colihue, 1985) de Graciela Montes, con ilustraciones de Elena Torres. El volúmen de cuentos contiene, además de "Amadeo" que le da título, los relatos "El problema de Carmela", "Luis y el Monstruogrís" y "Un gato de circo".

lunes, 2 de enero de 2017

El lugar de la poesía en la escuela: entre los espacios íntimos y las políticas públicas.

Hernán Hirschfeld y Gabriela Baralle

Talleristas de Barriletes se preguntan, a dos voces, por las derivas de las acciones concretas que institucionalmente realizamos junto a Escuelas Primarias Públicas de nuestra ciudad. Para ello, los recovecos de dos acciones, dos escenas en los pasillos del Complejo Escuela Hogar sirven de guía y cuento.

Desde la Biblioteca Comunitaria  “Esos otros mundos” de la Asociación Civil Barriletes hace ya cuatro años que habitamos algunas aulas de la Escuela Primaria de Tiempo Completo Nº 1 “César Blas Pérez Colman” sosteniendo talleres de mediación de lectura. La perspectiva de la mediación de lectura desde la cual nos posicionamos hace de nuestro quehacer en torno a la palabra poética un trabajo, ante todo, artesanal. No solo por el tiempo que como talleristas nos demoramos en urdir las escenas para propiciar el encuentro entre textos poéticos y niñxs, sino porque creemos que aquello que adviene en esos encuentros –siempre singulares e intransferibles– también necesita de un tiempo que transcurra lento y prolongado. Este modo de hacer, sin embargo, alberga ciertas incomodidades: en las dimensiones de una escuela como la “Pérez Colman” ¿por qué, cómo trabajar con un solo grado? ¿Por qué de entre casi 500 alumnos y alumnas trabajar durante todo un año con 15, 20?
Lo que anudan estas preguntas es un problema educativo, pedagógico y, ante todo, político: ¿qué lugar ocupamos allí en tanto organización social? ¿qué desplazamientos se producen y buscamos producir al hacer ingresar literatura en la escuela del modo en que lo hacemos?
Estos interrogantes en torno a la condición paradójica de nuestro hacer dentro de la escuela nos han conducido -especialmente durante este año– a imaginar formas de intervención que, aún sin apartarse de lo singular de nuestro trabajo, tengan un mayor alcance y habiliten vínculos con otros agentes de la institución educativa. En este sentido, se realizaron dos actividades en las que participaron niñas y niños de varios grados  de la Escuela: el Día del Libro y la Maratón de lectura.

Palabras susurradas: Maratón de Lectura

Como cada año, este 16 de septiembre se realizó en la Escuela Hogar la Maratón de lectura impulsada por la Fundación “Leer”, organización promotora de lectura que convoca a instituciones educativas de diferentes puntos del país a llevar adelante un “festejo para que la lectura ocurra”, según reza el 14° Documento de la Maratón Nacional. La bibliotecaria Dolly Amarilla nos invitó a participar de la actividad acercando nuestra propuesta a diferentes grados de la Escuela, y desde el principio nos interesaba encontrar formas de sostener las marcas de nuestro taller –la lectura íntima, silenciosa, la que da tiempo a pasar por el cuerpo–  aun sabiendo que estaríamos con esxs niñxs por única vez.
Sin show ni teatro, pensando escenas de taller que fueran más fugaces pero no por eso menos intensas, arribamos a la idea de llevar susurradores: tubos de cartón que funcionan como artificios mediadores de textos poéticos.
Encontramos en ellos la posibilidad de abrir un espacio tan breve como intenso cuyo centro estaba habitado por un poema, porque lo que habilitan estos artilugios es disponer el oído ante la respiración sonora del poema, enfrentarse a la materialidad sonora de la palabra poética vuelta susurro. Así, lo que nos permitieron esos tubos fue montar un secreto a la vista de todos, abrir un hueco negro de intimidad en medio de ese espacio público que es la escuela.
En el acto de susurrar, quien comienza a prestar cuerpo y voz murmurada al poema no accede a lo que escucha quien está siendo susurrado: boca y oído se tocan, se rozan, pero están al mismo tiempo distantes. Y por ello quizás presta tanta resistencia al comienzo, es el miedo del despojo ante la palabra poética suspendida en su propia materia sonora. Si la poesía deja siempre un resto imposible de asir, los susurradores duplican esa imposibilidad en tanto nos obligan a arrojar nuestra voz sin saber cómo ni cuándo llegará al oído que espera al otro lado.  
Este dispositivo poético, entonces, nos permitió configurar escenas en las que mediamos textos de la poeta litoraleña Beatriz Vallejos y algunos de los poemas escritos por “las chicas y los chicos de Poesía en la Escuela”. Niñxs a quienes nunca antes habíamos visto pasaron de cierta resistencia a estar deseosos de poner en sus bocas y oídos las palabras poéticas. Muchxs que no se animaban a leer frente a todxs podían hacerlo a través del susurrador si había al otro lado un oído paciente, presto a la escucha de una dicción lenta y deseosa.



Mares, noches y jardines: día del Libro

En el día del libro, 15 de junio, la biblioteca de la escuela se transformó en puertos. El evento vino a reafirmar que el trabajo junto con la infancia y la literatura se puede hacer, más allá de los grandes ‘escenarios’ donde se promociona y mercantilizan las prácticas de lectura, proponiendo una forma cálida de habitar la biblioteca.
Fue así que con el trabajo de las bibliotecarias -Dolly y Silvina- y lxs docentes de la escuela, montamos tres espacios a los cuales visitar de manera particular. El puerto del jardín, el de la noche y el del mar, aunaban varios de los textos con los que trabajamos en nuestros talleres.
El del mar fue donde me quedé. Tenía una mesa con una sábana que la cubría hasta el suelo y nos escondimos con Gabriela para poder mostrar –revelando solamente las manos-  un libro-álbum a modo de obra de teatro. El libro que mostrábamos es La ola, que relata el primer encuentro de una niña con el mar y tiene la particularidad de ser silencioso: no hay allí más que ilustraciones, y nosotros aprovechamos ese silencio para hacerlo parte de nuestro puerto.
Al final de la mañana, quizás la curiosidad de ese ‘estar bajo la mesa’ (¿quién nunca tuvo intriga de conocer el mundo escondido de las mesas y las sillas vistas desde abajo?) hizo que poco a poco más presencias estén acompañándonos en nuestro escondite. Cuando F.  -alumno de segundo grado con quien mantenemos talleres cada mes- se escondió con nosotros nos pedía que leamos relatos no una vez, sino varias. Me pregunté, en ese momento, sobre lo inusual de la escena: ¿por qué leer escondidos debajo de una mesa?
Con el tiempo, una cita de un texto que transita muy seguido por nuestra biblioteca, me encuentra en este momento para empezar a conjeturar una respuesta: “Incluso en las familias en que los padres nunca han prohibido la lectura, hay niños que leen bajo las sábanas, con la linterna en la mano, en contra del mundo entero. Hay una dimensión de transgresión en la lectura. Si hay tantos lectores que leen por la noche, si leer es con frecuencia un acto de la oscuridad, no es solamente porque haya en ello un sentimiento de culpa: de esta manera se crea un espacio para la intimidad, un jardín protegido de las miradas.” (Petit, 1999: 152)



De fronteras, derechos y políticas: la poesía en la escuela

Las escenas que guardamos de aquellos días nos traen nuevas preguntas: ¿qué sucede después de esas intervenciones? ¿Qué marcas dejan? ¿Hacia dónde va después unx niñx que fue interpeladx por la palabra poética?
Estos planteos nos llevan a una serie de preguntas que Graciela Montes arroja y a las que volvemos una y otra vez precisamente porque se ponen en juego en cada escena de mediación de lectura que sostenemos en la Escuela Pública: ¿vale la pena que la escuela se ocupe de este asunto de la literatura? y, más aún, ¿vale la pena que la literatura se ocupe de este asunto de la escuela? ¿tiene algo que decir la literatura cuando de educación se trata? (Montes, 1999: 87).
Decíamos al comienzo que se trata de un problema educativo y al mismo tiempo político. En principio, porque sostenemos con Flavia Terigi (2004) que la educación es un problema político. Esto es: si una niña o un niño egresan de la escuela primaria sin saber leer y escribir es un problema que le corresponde no solo a lxs docentes y al cuerpo directivo de las instituciones educativas sino también a los aparatos del Estado responsables de garantizar el derecho a la educación. Y en tanto se trata de un asunto público las organizaciones sociales somos también co-responsables de la garantía de esos derechos. En medio de una coyuntura en la que el Estado vuelve a ponerse el lente tecnocrático para leer en clave de estrategia los problemas educativos es necesario volver a señalar que “la enseñanza es el problema que las políticas públicas deben plantearse desde el principio y resolver en el nivel máximo del planeamiento” (Terigi, 2004).
Elegimos entonces volver a la -siempre incómoda- pregunta por el lugar de la literatura en la escuela desde esta perspectiva: ¿sobre qué políticas públicas se sostienen esas escenas de intimidad en las que unx niñx se encuentra ante un poema susurrado o leyendo en silencio debajo de una mesa? ¿Qué escenas posibilitan las políticas públicas y sociales en las escuelas?
Volvemos entonces a la Maratón y al Día del Libro para encontrar que la paradoja surge allí donde es preciso dedicar un día del año para que “la lectura ocurra” precisamente en la Escuela, que, desde sus orígenes, es el espacio que está por excelencia abocado a ello. La pregunta entonces sería qué tipo de lecturas hay en la escuela el resto de los días y qué lecturas quedan reservadas a ese único día en el año. O como plantea Cecilia Bajour cuando interpela la noción de “promoción de lectura”: “¿De qué hablamos cuando decimos “promoción de lectura” en el marco de la escuela? ¿La escuela necesita “promover” la lectura si precisamente desde que existe está atravesada por ella más allá de cómo lo haga?” (2014:72) Sin desconocer la potencia y el alcance de este tipo de intervenciones, no dejamos de apostar a una Escuela en la que la poesía pueda circular como otro modo posible de habitar el espacio cotidiano escolar. Y si con Graciela Montes (1999) sostenemos que el domicilio de la literatura es la frontera indómita -esa Tercera zona, al decir del psicoanalista Donald Winicott, que no es totalmente subjetiva ni totalmente objetiva sino que se sostiene en ese entre en el que tienen lugar también el juego y la cultura- la pregunta sería qué hace la Escuela con esa frontera que está en constante intercambio y a la vez con la amenaza latente de volverse estrecha. ¿Qué hacen el Estado y la Universidad a través de sus políticas públicas y sociales con la frontera indómita de los agentes que intervienen en el acto educativo (alumnxs, docentes, bibliotecarixs)?
Sabemos que los complejos entramados que van desde las condiciones socioeconómicas en las que se desarrollan esas infancias escolarizadas hasta las decisiones llamadas “macro-políticas” intervienen aquí y es por eso mismo que no dejamos de plantearnos estos interrogantes para seguir resignificando y problematizando nuestro quehacer.
Porque como organización social vinculada con la infancia buscamos intervenir en la Escuela Pública provocando escenas de lectura configuradas desde nuestro hacer singular que ponen en ejecución políticas públicas, como lo es (o mejor: fue) el Plan Nacional de Lectura desde 2003.
Sin embargo, no podemos dejar de apostar a que nuestras prácticas provoquen un impacto en los diseños curriculares y en la configuración de lo que Analía Gerbaudo ha llamado, aulas de la literatura (2011). Y es precisamente desde aquí que buscamos abrirlas hacia otros agentes de la institución escolar: en vistas a contribuir a la tarea de la Escuela Pública de permitir que lxs niñxs accedan a experiencias culturales múltiples y variadas como una parte constitutiva de su aprendizaje, es decir, como parte del diseño curricular, y no en hechos aislados o espectáculos eventuales. La lectura y el acceso al libro constituyen un derecho que elEstado debe garantizar no sólo proveyendo de libros a las escuelas –paso sin el cual todo lo otro resulta imposible– sino también propiciando la tarea de lxs docentes como sujetos culturales activos, como mediadores que en el entramado con otros agentes culturales puedan poner en ejecución las políticas públicas.  
Una vez más, como nos lo recuerda Graciela Montes, la literatura sigue siendo sapo de otro pozo. “Y aunque no es una especie natural de la escuela, sería bueno, y hasta extraordinariamente bueno, que la escuela le haga un sitio” (Montes, 1999: 88).


Bibliografía

Cecilia Bajour (2014) Oír entre líneas. El valor de la escucha en las prácticas de lectura. El Hacedor, Buenos Aires.

Mirta Colángelo (2015) De susurros y susurradores. Comunicarte, Córdoba.

Graciela Montes (1999) La frontera indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético. FCE, México.

Michèle Petit (1999) Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. FCE: México.

Flavia Terigi (2004). “La enseñanza como problema político”. En FRIGERIO, Graciela y DIKER, Gabriela (comps.), La transmisión en las sociedades, las instituciones y los sujetos. Un concepto de la educación en acción. Buenos Aires, cem/Novedades Educativas.

Documento 14º Maratón Nacional de Lectura “Juegan los sentidos, bailan las palabras, resuenan las voces, ha llegado la poesía en esta ocasión”


Resolución Nº 707 “Plan Nacional de Lectura” (2008)