jueves, 20 de septiembre de 2018

Cae la noche litoral: escribimos haikus apaisadamente profundos

Pequeñas azucenas en el patio de marzo. Beatriz Vallejos



El jueves 13 de septiembre tuvimos el quinto encuentro del club de lectura. Un espacio que imaginamos con el objetivo de convocar a nuevxs lectorxs a la casa de Barriletes. En el medio de las cada vez más insoportables medidas de ajuste y represión seguimos apostando a la construcción de ocasiones y lugares donde ser y estar en poesía. Solo por nombrar dos ejemplos: el miércoles 12 de septiembre la noticia sobre la docente secuestrada y torturada por un puñado de hombres en la localidad de Moreno –donde semanas atrás otros dos docentes fueron muertos por la desidia del Estado– nos quería aterrorizar. Y el jueves 30 de septiembre suspendimos el encuentro programado para acompañar la Marcha Federal en Defensa de la Educación Pública. Es decir, no vamos a dejar que nos dobleguen.

La biblioteca comunitaria es la porción de la actividad cultural que elegimos defender y por ello propusimos el don de la poesía para irnos un rato y volver rearmadxs. Pequeñas azucenas en el patio de marzo, poemario escrito en 1985 por Beatriz Vallejos, fue el convite que arrimamos a la mesa.

Nos gusta el lirismo de Beatriz. Su consagración a los anillos de aguas, su trabajo con la materialidad de la escritura, la búsqueda de organizar tradiciones orientales y litoraleñas para nuestra zona, la mirada sobre lo desapercibido por cotidiano. Su poesía habla del estado poético que Laura Devetach propone para una vida plena.

Pequeñas azucenas es el diario de un mes. Un ciclo de luna. La edición de El collar de arena nos presenta el libro como si este fuera todo un mismo poema. Un único tejido que en su acompasada trama nos atrapa con sus fulgores. La tarde, apaisado profundo. El pintor, resplandeciente de blancos. El cartero, llegando entre cartas y zorzales. El jazmín, infinito en la noche.

Después de leer, conversamos sobre las partes que más nos habían iluminado. Carina se acordaba de haberlo leído el año pasado y de la métafora de “el collar de arena”: cada libro es una cuenta o grano de un solo collar.


Miramos fotos de flores, nos preguntamos cuáles son las azucenas y buscamos adentro de nosotros si sabíamos los nombres de las diferentes especies que había en la mesa: cala, hortensia, conejito, lirio. Después conversamos sobre haikus, un género lírico de Japón bastante extendido y cultivado en el resto del mundo. Leímos algunos escritos entre los siglos XVIII y XX y escuchamos los ecos de esta escritura en los poemas de Beatriz. Así nos pusimos luego a ensayar nuestros propios haikus o poemas que capturaran el fulgor de algún instante. Esto es lo que salió de ese ejercicio mientras caía la noche.


Azahares
Aparecen perfumando el patio,
azahares anhelados de Septiembre

Ojos
Como luces parpadeantes
brillan y dicen tanto
en un trillar de
palabras

La palabra
Frágil que se me escapa
como espada de dos filos
que atraviesa el alma

                                                           Carina Pesoa


A la mañana
sale al patio caliente
el perro a hacer pis

Oscurece
Subiendo la barranca,
la comadreja

                                                           Lautaro Maidana


Lluvia floreada
salpicando amores.
Llevo paraguas

Noche de jueves
agónico inverno
la biblioteca

                                                           Carolina Pintos


Cálida noche
de verano te encuentro
entre el silencio

Destellante
tarde de sol en Abril
te vas perdiendo

                                                           Marina García


Con estas palabras nos fuimos retirando, acomodando el salón para las actividades del día siguiente, dejando que los ecos de la poesía de Vallejos nos llevaran lejos.