Hernán Hirschfeld
y Gabriela Baralle
Talleristas
de Barriletes se preguntan, a dos voces, por las derivas de las acciones
concretas que institucionalmente realizamos junto a Escuelas Primarias Públicas
de nuestra ciudad. Para ello, los recovecos de dos acciones, dos escenas en los
pasillos del Complejo Escuela Hogar sirven de guía y cuento.
Desde la Biblioteca Comunitaria “Esos otros mundos” de la Asociación Civil
Barriletes hace ya cuatro años que habitamos algunas aulas de la Escuela
Primaria de Tiempo Completo Nº 1 “César Blas Pérez Colman” sosteniendo talleres
de mediación de lectura. La perspectiva de la mediación de lectura desde la
cual nos posicionamos hace de nuestro quehacer en torno a la palabra poética un
trabajo, ante todo, artesanal. No solo por el tiempo que como talleristas nos
demoramos en urdir las escenas para propiciar el encuentro entre textos
poéticos y niñxs, sino porque creemos que aquello que adviene en esos
encuentros –siempre singulares e intransferibles– también necesita de un tiempo
que transcurra lento y prolongado. Este modo de hacer, sin embargo, alberga
ciertas incomodidades: en las dimensiones de una escuela como la “Pérez Colman”
¿por qué, cómo trabajar con un solo grado? ¿Por qué de entre casi 500 alumnos y
alumnas trabajar durante todo un año con 15, 20?
Lo que anudan
estas preguntas es un problema educativo, pedagógico y, ante todo, político:
¿qué lugar ocupamos allí en tanto organización social? ¿qué desplazamientos se
producen y buscamos producir al hacer ingresar literatura en la escuela del
modo en que lo hacemos?
Estos
interrogantes en torno a la condición paradójica de nuestro hacer dentro de la
escuela nos han conducido -especialmente durante este año– a imaginar formas de
intervención que, aún sin apartarse de lo singular de nuestro trabajo, tengan
un mayor alcance y habiliten vínculos con otros agentes de la institución
educativa. En este sentido, se realizaron dos actividades en
las que participaron niñas y niños de varios grados de la Escuela: el Día del Libro y la Maratón
de lectura.
Palabras
susurradas: Maratón de Lectura
Como cada año, este 16 de septiembre se
realizó en la Escuela Hogar la Maratón de lectura impulsada por la Fundación
“Leer”, organización promotora de lectura que convoca a instituciones
educativas de diferentes puntos del país a llevar adelante un “festejo para que
la lectura ocurra”, según reza el 14° Documento de la Maratón Nacional. La
bibliotecaria Dolly Amarilla nos invitó a participar de la actividad acercando
nuestra propuesta a diferentes grados de la Escuela, y desde el principio nos
interesaba encontrar formas de sostener las marcas de nuestro taller –la
lectura íntima, silenciosa, la que da tiempo a pasar por el cuerpo– aun sabiendo que estaríamos con esxs niñxs
por única vez.
Sin show ni
teatro, pensando escenas de taller que fueran más fugaces pero no por eso menos
intensas, arribamos a la idea de llevar susurradores: tubos de cartón que
funcionan como artificios mediadores de textos poéticos.
Encontramos en
ellos la posibilidad de abrir un espacio tan breve como intenso cuyo centro
estaba habitado por un poema, porque lo que habilitan estos artilugios es
disponer el oído ante la respiración sonora del poema, enfrentarse a la
materialidad sonora de la palabra poética vuelta susurro. Así, lo que nos permitieron
esos tubos fue montar un secreto a la vista de todos, abrir un hueco negro de
intimidad en medio de ese espacio público que es la escuela.
En el acto de
susurrar, quien comienza a prestar cuerpo y voz murmurada al poema no accede a
lo que escucha quien está siendo susurrado: boca y oído se tocan, se rozan,
pero están al mismo tiempo distantes. Y por ello quizás presta tanta
resistencia al comienzo, es el miedo del despojo ante la palabra poética
suspendida en su propia materia sonora. Si la poesía deja siempre un resto
imposible de asir, los susurradores duplican esa imposibilidad en tanto nos
obligan a arrojar nuestra voz sin saber cómo ni cuándo llegará al oído que
espera al otro lado.
Este dispositivo
poético, entonces, nos permitió configurar escenas en las que mediamos textos
de la poeta litoraleña Beatriz Vallejos y algunos de los poemas escritos por
“las chicas y los chicos de Poesía en la Escuela”. Niñxs a quienes nunca antes
habíamos visto pasaron de cierta resistencia a estar deseosos de poner en sus
bocas y oídos las palabras poéticas. Muchxs que no se animaban a leer frente a
todxs podían hacerlo a través del susurrador si había al otro lado un oído
paciente, presto a la escucha de una dicción lenta y deseosa.
Mares,
noches y jardines: día del Libro
En el día del libro, 15 de junio, la
biblioteca de la escuela se transformó en puertos. El evento vino a reafirmar que el trabajo junto con
la infancia y la literatura se puede hacer, más allá de los grandes
‘escenarios’ donde se promociona y mercantilizan las prácticas de lectura,
proponiendo una forma cálida de habitar la biblioteca.
Fue así que con
el trabajo de las bibliotecarias -Dolly y Silvina- y lxs docentes de la
escuela, montamos tres espacios a los cuales visitar de manera particular. El
puerto del jardín, el de la noche y el del mar, aunaban varios de los textos
con los que trabajamos en nuestros talleres.
El del mar fue
donde me quedé. Tenía una mesa con una sábana que la cubría hasta el suelo y
nos escondimos con Gabriela para poder mostrar –revelando solamente las
manos- un libro-álbum a modo de obra de
teatro. El libro que mostrábamos es La
ola, que relata el primer encuentro de una niña con el mar y tiene la
particularidad de ser silencioso: no hay allí más que ilustraciones, y nosotros
aprovechamos ese silencio para hacerlo parte de nuestro puerto.
Al final de la
mañana, quizás la curiosidad de ese ‘estar bajo la mesa’ (¿quién nunca tuvo
intriga de conocer el mundo escondido de las mesas y las sillas vistas desde
abajo?) hizo que poco a poco más presencias estén acompañándonos en nuestro
escondite. Cuando F. -alumno de segundo
grado con quien mantenemos talleres cada mes- se escondió con nosotros nos
pedía que leamos relatos no una vez, sino varias. Me pregunté, en ese momento,
sobre lo inusual de la escena: ¿por qué leer escondidos debajo de una mesa?
Con el tiempo,
una cita de un texto que transita muy seguido por nuestra biblioteca, me
encuentra en este momento para empezar a conjeturar una respuesta: “Incluso en
las familias en que los padres nunca han prohibido la lectura, hay niños que
leen bajo las sábanas, con la linterna en la mano, en contra del mundo entero.
Hay una dimensión de transgresión en la lectura. Si hay tantos lectores que
leen por la noche, si leer es con frecuencia un acto de la oscuridad, no es
solamente porque haya en ello un sentimiento de culpa: de esta manera se crea un
espacio para la intimidad, un jardín protegido de las miradas.” (Petit, 1999:
152)
De
fronteras, derechos y políticas: la poesía en la escuela
Las escenas que guardamos de aquellos
días nos traen nuevas preguntas: ¿qué sucede después de esas intervenciones?
¿Qué marcas dejan? ¿Hacia dónde va después unx niñx que fue interpeladx por la
palabra poética?
Estos planteos
nos llevan a una serie de preguntas que Graciela Montes arroja y a las que
volvemos una y otra vez precisamente porque se ponen en juego en cada escena de
mediación de lectura que sostenemos en la Escuela Pública: ¿vale la pena que la
escuela se ocupe de este asunto de la literatura? y, más aún, ¿vale la pena que
la literatura se ocupe de este asunto de la escuela? ¿tiene algo que decir la literatura
cuando de educación se trata? (Montes, 1999: 87).
Decíamos al
comienzo que se trata de un problema educativo y al mismo tiempo político. En
principio, porque sostenemos con Flavia Terigi (2004) que la educación es un problema político. Esto es: si una
niña o un niño egresan de la escuela primaria sin saber leer y escribir es un
problema que le corresponde no solo a lxs docentes y al cuerpo directivo de las
instituciones educativas sino también a los aparatos del Estado responsables de
garantizar el derecho a la educación. Y en tanto se trata de un asunto público
las organizaciones sociales somos también co-responsables de la garantía de
esos derechos. En medio de una coyuntura en la que el Estado vuelve a ponerse
el lente tecnocrático para leer en clave de estrategia los problemas educativos
es necesario volver a señalar que “la enseñanza es el problema que las
políticas públicas deben plantearse desde el principio y resolver en el nivel
máximo del planeamiento” (Terigi, 2004).
Elegimos entonces
volver a la -siempre incómoda- pregunta por el lugar de la literatura en la
escuela desde esta perspectiva: ¿sobre qué políticas públicas se sostienen esas
escenas de intimidad en las que unx niñx se encuentra ante un poema susurrado o
leyendo en silencio debajo de una mesa? ¿Qué escenas posibilitan las políticas
públicas y sociales en las escuelas?
Volvemos entonces
a la Maratón y al Día del Libro para encontrar que la paradoja surge allí donde
es preciso dedicar un día del año
para que “la lectura ocurra” precisamente en la Escuela, que, desde sus
orígenes, es el espacio que está por excelencia abocado a ello. La pregunta
entonces sería qué tipo de lecturas hay en la escuela el resto de los días y
qué lecturas quedan reservadas a ese único día en el año. O como plantea
Cecilia Bajour cuando interpela la noción de “promoción de lectura”: “¿De qué
hablamos cuando decimos “promoción de lectura” en el marco de la escuela? ¿La
escuela necesita “promover” la lectura si precisamente desde que existe está
atravesada por ella más allá de cómo lo haga?” (2014:72) Sin desconocer la
potencia y el alcance de este tipo de intervenciones, no dejamos de apostar a
una Escuela en la que la poesía pueda circular como otro modo posible de
habitar el espacio cotidiano escolar. Y si con Graciela Montes (1999)
sostenemos que el domicilio de la literatura es la frontera indómita -esa Tercera zona, al decir del psicoanalista
Donald Winicott, que no es totalmente subjetiva ni totalmente objetiva sino que
se sostiene en ese entre en el que
tienen lugar también el juego y la cultura- la pregunta sería qué hace la
Escuela con esa frontera que está en
constante intercambio y a la vez con la amenaza latente de volverse estrecha.
¿Qué hacen el Estado y la Universidad a través de sus políticas públicas y
sociales con la frontera indómita de
los agentes que intervienen en el acto educativo (alumnxs, docentes,
bibliotecarixs)?
Sabemos que los
complejos entramados que van desde las condiciones socioeconómicas en las que
se desarrollan esas infancias escolarizadas hasta las decisiones llamadas
“macro-políticas” intervienen aquí y es por eso mismo que no dejamos de
plantearnos estos interrogantes para seguir resignificando y problematizando
nuestro quehacer.
Porque como
organización social vinculada con la infancia buscamos intervenir en la Escuela
Pública provocando escenas de lectura configuradas desde nuestro hacer singular
que ponen en ejecución políticas públicas, como lo es (o mejor: fue) el Plan
Nacional de Lectura desde 2003.
Sin embargo, no
podemos dejar de apostar a que nuestras prácticas provoquen un impacto en los
diseños curriculares y en la configuración de lo que Analía Gerbaudo ha
llamado, aulas de la literatura (2011).
Y es precisamente desde aquí que buscamos abrirlas hacia otros agentes de la
institución escolar: en vistas a contribuir a la tarea de la Escuela Pública de
permitir que lxs niñxs accedan a experiencias culturales múltiples y variadas
como una parte constitutiva de su aprendizaje, es decir, como parte del diseño
curricular, y no en hechos aislados o espectáculos eventuales. La lectura y el
acceso al libro constituyen un derecho que elEstado debe garantizar no sólo proveyendo de libros a las escuelas –paso sin el cual todo lo otro resulta imposible– sino también propiciando la tarea de lxs docentes como sujetos culturales activos, como mediadores que en el entramado con otros agentes culturales puedan poner en ejecución las políticas públicas.
Una vez más, como
nos lo recuerda Graciela Montes, la literatura sigue siendo sapo de otro pozo. “Y aunque no es una
especie natural de la escuela, sería bueno, y hasta extraordinariamente bueno,
que la escuela le haga un sitio” (Montes, 1999: 88).
Bibliografía
Cecilia Bajour (2014) Oír entre líneas. El valor de la escucha en
las prácticas de lectura. El Hacedor, Buenos Aires.
Mirta Colángelo (2015) De susurros y susurradores. Comunicarte,
Córdoba.
Graciela Montes (1999) La frontera indómita. En torno a la
construcción y defensa del espacio poético. FCE, México.
Michèle Petit (1999) Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura. FCE: México.
Flavia Terigi (2004). “La enseñanza como
problema político”. En FRIGERIO, Graciela y DIKER, Gabriela (comps.), La transmisión en las sociedades, las
instituciones y los sujetos. Un concepto de la educación en acción. Buenos
Aires, cem/Novedades Educativas.
Documento 14º Maratón Nacional de Lectura
“Juegan los sentidos, bailan las palabras, resuenan las voces, ha llegado la
poesía en esta ocasión”
Resolución Nº 707 “Plan Nacional de
Lectura” (2008)
En la Revista Barriletes de Diciembre de 2016.
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