jueves, 15 de enero de 2015

Con los pies descalzos

Desde el mes de Agosto, se realizan en Barriletes una serie de encuentros que, bajo el nombre “Taller poético”, invitan a habitar la Biblioteca Esos otros mundos de nuestra Asociación desde la lectura de literatura.


           
Quienes conformamos el equipo de la Biblioteca en Barriletes nos hemos preguntado desde siempre cómo imaginar una Biblioteca que sea coherente a los sueños barrileteros. Esa pregunta se trama con otras. ¿Cómo transitan los libros por el barrio? ¿De qué manera habitan sus contornos los niños y niñas? Las personas que militamos cada día Barriletes, ¿les prestasmos atención? Quienes conformamos el equipo de Biblioteca, ¿leemos poemas, cuentos, novelas en la Biblioteca de Barriletes?
            Estas preguntas tienen varios puntos que nos interpelan en nuestras prácticas cotidianas. Si tomamos la última de aquellas preguntas podemos detenernos a ver las dimensiones del interrogante. Una pregunta, en parte, por lo “sincero” -digamos- de aquello que hacemos en las organizaciones sociales, en el barrio, el hospital, el club. ¿Se trata de actividades que deseamos hacer? ¿En base a cuántos supuestos sobre el deseo de los otros, otras las proponemos? ¿Hacemos en nuestras casas las cosas que proponemos hacer en el taller?
            Muchas veces, nos hemos encontrado a nosotros mismos falseando nuestros deseos. Queriendo ignorar aquello que nos constituye, y así falseando las construcciones que logramos hacer en las instituciones. Esta parte del interrogante es la que nos ha llevado a entender que el qué de los talleres propuestos (lo que se hace, lo que se propone hacer, aquello que invitamos a hacer) importa. Importa mucho. Queremos así tratar de contrarrestar una cierta idea que se ha ido propagando en las labores llevadas a cabo en los barrios: no importa lo que se hace en el taller. El taller vuelto entonces una excusa para otros fines en apariencia más importantes.
            Creemos que ese modo de trabajar, en el que muchas veces nosotros caemos, deja afuera de lleno la posibilidad de un sujeto que asista al taller con un deseo verdadero (vital) sobre aquello que allí se hace. Es como si supusiéramos de lleno que todos los niños y niñas que vienen a los talleres de Barriletes lo hacen en busca de una merienda o para “escapar” del barrio. Ese supuesto nos devuelve la imagen de un sujeto hambriento o en huida, pero nada más. Deja afuera todos los posibles sujetos que también es esa niña, niño.
            A su vez, en el revés de esa pregunta está nuestra condición de talleristas, de barrileteros, de organizadores. ¿Cuántas veces dejamos afuera también nosotros a todos esos posibles sujetos que también somos? Esto, puesto en relación con el espacio de Biblioteca, implica la pregunta por la manera en que construimos la biblioteca barriletera. A nosotros nos gusta leer literatura del litoral. Pero, ¿dónde leemos esa literatura? ¿En Barriletes? ¿En la Universidad? ¿En casa? ¿En una biblioteca del centro?
            Revisando la respuesta que a este interrogante nos dimos, vemos cómo a la vez que proponemos la construcción de una Biblioteca en Barriletes que esté disponible al deseo de los niños y niñas, dejamos afuera nuestro deseo.
            La propuesta del Taller poético viene a tratar de responder, desde el hacer, a esa paradoja. A darnos tiempo y espacio en Barriletes para la elaboración de este taller, para su sostenimiento.  Darnos tiempo y espacio para habitar esta biblioteca nosotros también.

Objetos inútiles y preciosos

De esa manera llama Diana Bellessi, en un poema, a aquellos objetos de casa que “solo creíste tenían valor para tus ojos, trozos de cristal o conchas de nácar en una jaula vacía o corteza de forma rara”.
            Algo de la inutilidad preciosa de esos objetos que hasta hace un rato creíamos solo tenían valor para nuestros ojos -y descubrimos luego que no, que podían darse, compartirse- ha recorrido los encuentros del Taller poético. Se ha tratado de pequeños encuentros, hechos los sábados a la mañana una vez al mes en la Biblioteca de Barriletes que continúan aún y quién sabe hasta cuando lo harán.
            A los encuentros hemos asistido quienes integramos la Biblioteca, y algunos amigos y amigas interesados en la labor de Barriletes. En buena parte sabíamos que el espacio, aún abierto al público, sería pequeño. Quizás ese hubiese sido motivo suficiente para reprimir el deseo de construir ese Taller en particular, un taller “poco convocante”. Como si estuviéramos obligados por quién sabe cuál norma no escrita a pensar y armar actividades masivas, o “adecuadas” al barrio y sus necesidades. Es extraño como siempre terminamos hablando de las “necesidades” del barrio sin estar allí, sin escuchar, sin escucharnos.
            Sin embargo, hemos insistido en la preciosa inutilidad de este espacio. Nos permite habitar Barriletes por esa mañana de otra manera, y desde allí elaborar una visión nueva de nuestra Biblioteca siempre en construcción.
            A su vez, hemos trazado los encuentros alrededor de una zona imaginaria, el litoral que ciertos textos de escritores de esta provincia y Santa Fe han ido creando. Así hemos leído en este taller un poemario de Arnaldo Calveyra llamado Diario del recluta, escrito en el '50 pero publicado recién hace unos años; el último poemario que publicó como tal la poeta gualeya Emma Barrandeguy titulado Camino hecho (1991); la última novela que ha publicado Orlando Van Bredam Mientras el mundo se achica (2014) que publicó Editorial La Hendija. En el mes de noviembre de 2014 que se está cerrando al momento de escribir esta nota leeremos el poemario Mate cocido (2002) de la poeta santafesina Diana Bellessi.
            Todos estos textos han tenido ciertos hilos en común. Pero quizás el más importante sea que cada texto ha sido traído al taller por un integrante de Biblioteca. Cada encuentro entonces, esa persona ha sido la encargada de “dar” a los otros ese libro. Es decir, generar las disponibilidades para que el otro, otra pueda leerlo, hacer el viaje, entrar y salir de él.
            La poeta María Cristina Ramos dice en un libro que por estos días leemos, que a la poesía se entra “con los pies descalzos”. Esa imagen nos parece sumamente poderosa porque vuelve al gesto placentero del pie sobre la hierba, pero también a la ausencia de protección de ese pie que puede ser picado. Entrar al poema con los pies descalzos significa despojarnos de defensas, pero también el acompañamiento de algún amoroso mediador que nos sostenga durante la expedición.
            Si entramos al poema sinceramente, este puede tocar zonas que hemos querido adormecer y dejar en superficie su piel. Así, el llanto, el enojo, la inquietud tienen lugar sobre esa piel, haciendo que hagamos, por fin, el trabajo sobre esa herida que hemos pretendido postergar.
            El pie descalzo se vuelve entonces una apertura a lo porvenir. A aquellos sucesos sorprendentes de la “vida buena” que, pese a que no estemos en el paraíso nos siguen sucediendo, como dice aquí la Bellessi:

en la vida buena hay sucesos sorpredentes
casi siempre si no se los espera,
hay por ejemplo un niño que hoy anhela
visitar tu casa y pasa revista
de los objetos inútiles y preciosos
que solo creíste tenían valor
para tus ojos, trozos de cristal
o conchas de nácar en una jaula
vacía o corteza de forma rara, plumas,
una boya de madera cascada
pajarito de papel, Bernardo
el ingeniero diría, lo que yo
jamás tendría en mi casa, lo sé y celebro
la mirada de este niño y el suceso


que la vida buena a veces trae, o ayer
sin ir más lejos, cuando ese quizcal
azuladito entró por las rejas
del porche muy horondo un rato largo
se quedó, míralo vos, insolente dijo
mi amigo y yo pensé en la gracia pura
del imprudente actuando como sí él
fuera nosotros y nosotros quién
sabe quién, los inocentes que nunca somos
y soñamos ser, pero ya comimos
la manzana dulce del viejo edén
y parece larga la rueda lenta
que al fin nos traiga devuelta como corderos
a una vida llena de sucesos


(El diseño del afiche pertenece a Martín Perez Campos)



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