Desde el mes de Agosto, se
realizan en Barriletes una serie de encuentros que, bajo el nombre “Taller
poético”, invitan a habitar la Biblioteca Esos otros mundos de nuestra
Asociación desde la lectura de literatura.
Quienes conformamos el equipo de
la Biblioteca en Barriletes nos hemos preguntado desde siempre cómo imaginar
una Biblioteca que sea coherente a los sueños barrileteros. Esa pregunta se
trama con otras. ¿Cómo transitan los libros por el barrio? ¿De qué manera
habitan sus contornos los niños y niñas? Las personas que militamos cada día
Barriletes, ¿les prestasmos atención? Quienes conformamos el equipo de
Biblioteca, ¿leemos poemas, cuentos, novelas en la Biblioteca de Barriletes?
Estas
preguntas tienen varios puntos que nos interpelan en nuestras prácticas
cotidianas. Si tomamos la última de aquellas preguntas podemos detenernos a ver
las dimensiones del interrogante. Una pregunta, en parte, por lo “sincero”
-digamos- de aquello que hacemos en las organizaciones sociales, en el barrio,
el hospital, el club. ¿Se trata de actividades que deseamos hacer? ¿En
base a cuántos supuestos sobre el deseo de los otros, otras las
proponemos? ¿Hacemos en nuestras casas las cosas que proponemos hacer en el
taller?
Muchas
veces, nos hemos encontrado a nosotros mismos falseando nuestros deseos.
Queriendo ignorar aquello que nos constituye, y así falseando las
construcciones que logramos hacer en las instituciones. Esta parte del
interrogante es la que nos ha llevado a entender que el qué de los talleres
propuestos (lo que se hace, lo que se propone hacer, aquello que invitamos a
hacer) importa. Importa mucho. Queremos así tratar de contrarrestar una cierta
idea que se ha ido propagando en las labores llevadas a cabo en los barrios: no
importa lo que se hace en el taller. El taller vuelto entonces una excusa para
otros fines en apariencia más importantes.
Creemos
que ese modo de trabajar, en el que muchas veces nosotros caemos, deja afuera
de lleno la posibilidad de un sujeto que asista al taller con un deseo
verdadero (vital) sobre aquello que allí se hace. Es como si supusiéramos de
lleno que todos los niños y niñas que vienen a los talleres de Barriletes lo
hacen en busca de una merienda o para “escapar” del barrio. Ese supuesto nos
devuelve la imagen de un sujeto hambriento o en huida, pero nada más. Deja
afuera todos los posibles sujetos que también es esa niña, niño.
A
su vez, en el revés de esa pregunta está nuestra condición de talleristas, de
barrileteros, de organizadores. ¿Cuántas veces dejamos afuera también nosotros
a todos esos posibles sujetos que también somos? Esto, puesto en relación con
el espacio de Biblioteca, implica la pregunta por la manera en que construimos
la biblioteca barriletera. A nosotros nos gusta leer literatura del litoral.
Pero, ¿dónde leemos esa literatura? ¿En Barriletes? ¿En la Universidad? ¿En
casa? ¿En una biblioteca del centro?
Revisando
la respuesta que a este interrogante nos dimos, vemos cómo a la vez que
proponemos la construcción de una Biblioteca en Barriletes que esté disponible
al deseo de los niños y niñas, dejamos afuera nuestro deseo.
La
propuesta del Taller poético viene a tratar de responder, desde el hacer, a esa
paradoja. A darnos tiempo y espacio en Barriletes para la elaboración de este
taller, para su sostenimiento. Darnos
tiempo y espacio para habitar esta biblioteca nosotros también.
Objetos inútiles y preciosos
De esa manera llama Diana
Bellessi, en un poema, a aquellos objetos de casa que “solo creíste tenían valor
para tus ojos, trozos de cristal o conchas de nácar en una jaula vacía o
corteza de forma rara”.
Algo
de la inutilidad preciosa de esos objetos que hasta hace un rato creíamos solo
tenían valor para nuestros ojos -y descubrimos luego que no, que podían darse,
compartirse- ha recorrido los encuentros del Taller poético. Se ha tratado de
pequeños encuentros, hechos los sábados a la mañana una vez al mes en la
Biblioteca de Barriletes que continúan aún y quién sabe hasta cuando lo harán.
A
los encuentros hemos asistido quienes integramos la Biblioteca, y algunos
amigos y amigas interesados en la labor de Barriletes. En buena parte sabíamos
que el espacio, aún abierto al público, sería pequeño. Quizás ese hubiese sido
motivo suficiente para reprimir el deseo de construir ese Taller en particular,
un taller “poco convocante”. Como si estuviéramos obligados por quién sabe cuál
norma no escrita a pensar y armar actividades masivas, o “adecuadas” al barrio
y sus necesidades. Es extraño como siempre terminamos hablando de las
“necesidades” del barrio sin estar allí, sin escuchar, sin escucharnos.
Sin
embargo, hemos insistido en la preciosa inutilidad de este espacio. Nos permite
habitar Barriletes por esa mañana de otra manera, y desde allí elaborar una
visión nueva de nuestra Biblioteca siempre en construcción.
A
su vez, hemos trazado los encuentros alrededor de una zona imaginaria, el
litoral que ciertos textos de escritores de esta provincia y Santa Fe han ido
creando. Así hemos leído en este taller un poemario de Arnaldo Calveyra llamado
Diario del recluta, escrito en el '50 pero publicado recién hace unos
años; el último poemario que publicó como tal la poeta gualeya Emma Barrandeguy
titulado Camino hecho (1991); la última novela que ha publicado Orlando
Van Bredam Mientras el mundo se achica (2014) que publicó Editorial La
Hendija. En el mes de noviembre de 2014 que se está cerrando al momento de escribir esta nota
leeremos el poemario Mate cocido (2002) de la poeta santafesina Diana
Bellessi.
Todos
estos textos han tenido ciertos hilos en común. Pero quizás el más importante
sea que cada texto ha sido traído al taller por un integrante de Biblioteca.
Cada encuentro entonces, esa persona ha sido la encargada de “dar” a los otros
ese libro. Es decir, generar las disponibilidades para que el otro, otra pueda
leerlo, hacer el viaje, entrar y salir de él.
La
poeta María Cristina Ramos dice en un libro que por estos días leemos, que a la
poesía se entra “con los pies descalzos”. Esa imagen nos parece sumamente
poderosa porque vuelve al gesto placentero del pie sobre la hierba, pero
también a la ausencia de protección de ese pie que puede ser picado. Entrar al
poema con los pies descalzos significa despojarnos de defensas, pero también el
acompañamiento de algún amoroso mediador que nos sostenga durante la
expedición.
Si
entramos al poema sinceramente, este puede tocar zonas que hemos querido
adormecer y dejar en superficie su piel. Así, el llanto, el enojo, la inquietud
tienen lugar sobre esa piel, haciendo que hagamos, por fin, el trabajo sobre
esa herida que hemos pretendido postergar.
El
pie descalzo se vuelve entonces una apertura a lo porvenir. A aquellos sucesos
sorprendentes de la “vida buena” que, pese a que no estemos en el paraíso nos
siguen sucediendo, como dice aquí la Bellessi:
en la
vida buena hay sucesos sorpredentes
casi siempre si no se los
espera,
hay por ejemplo un niño que hoy
anhela
visitar tu casa y pasa revista
de los objetos inútiles y
preciosos
que solo creíste tenían valor
para tus ojos, trozos de cristal
o conchas de nácar en una jaula
vacía o corteza de forma rara,
plumas,
una boya de madera cascada
pajarito de papel, Bernardo
el ingeniero diría, lo que yo
jamás tendría en mi casa, lo sé
y celebro
la mirada de este niño y el
suceso
que la vida buena a veces trae,
o ayer
sin ir más lejos, cuando ese
quizcal
azuladito entró por las rejas
del porche muy horondo un rato
largo
se quedó, míralo vos, insolente
dijo
mi amigo y yo pensé en la gracia
pura
del imprudente actuando como sí
él
fuera nosotros y nosotros quién
sabe quién, los inocentes que
nunca somos
y soñamos ser, pero ya comimos
la manzana dulce del viejo edén
y parece larga la rueda lenta
que al fin nos traiga devuelta
como corderos
a una vida llena de sucesos
(El diseño del afiche pertenece a Martín Perez Campos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario