martes, 3 de marzo de 2015

Encontrar una vulgar certeza - Hernán Hirschfeld para Barriletes

Con el mismo cuidado vigilante
con que cruzamos las calles con un niño,
con el mismo cuidado minucioso
con que se cuenta el dinero de los vueltos.

E. Barrandéguy, Las puertas II





Es invierno, aprovecho los días libres para preparar materias de la facultad mientras el frío se ocupa de toda la casa, excepto por un pequeño espacio donde estoy ubicado. Con vidrios empañados y calefactores al mango, los últimos días de julio no sólo suelen ser los más frescos de todo el año sino que hay algo en ellos que me despierta extrañeza. Algo de ese frío me recuerda que alguien falta en casa, alguien que desde hace mucho tiempo se fue del hogar y ha dejado sus aromas y huellas. El tiempo y la memoria, después de mucho tiempo, se encargaron de hacer esas huellas más difusas.
Pienso en esto y suena el portero, algo que esperaba durante mucho tiempo llega por el correo. Son las Poesías completas de Emma Barrandeguy, un libro difícil de conseguir si consideramos la escasa tirada para una de las primeras escritoras de Gualeguay. Me pregunto si son las coincidencias del tiempo las que hacen que aparezca precisamente en este momento, en este día, como si fuera una señal divina o una señal de un servicio postal desorganizado.
Mi primera lectura es desprolija, abro el libro y en una página al azar decido comenzar a leer un fragmento:

Mi respuesta tiene la única vulgar certeza:
dentro de cincuenta años,
todos los de mi edad estaremos muertos.
Y tu cargo será ocupado por otro
y mi libro será leído por otro.
Déjame pues.
Mientras,
dejame terminar de leerlo.


Suelo volver sobre el modo en que los libros llegan a nuestras manos, porque tarde o temprano condicionan nuestra forma de leerlo. En El último lector, Ricardo Piglia dice que cuando encontramos un libro establecemos una relación (a veces implícita, otras no tanto) entre nuestra realidad y lo que sucede dentro del texto. El hecho de que nuestra vida tenga que ver con esa “entrada a los textos”, dice Piglia, está tan unida a lo que sucede en el libro que en definitiva ese modo de acercarnos pertenece también a la literatura. Este pequeño relato se debe justamente a contar mi llegada (tardía) al texto y demostrar que la literatura, si no soluciona los problemas de nuestra vida, al menos tiene un efecto reparador.
El efecto reparador que logró la poesía de Emma, en quienes participamos del taller poético de Barriletes, motivaron la propuesta de preparar un rescate sobre su vida y su producción poética inédita.

Biografía
Emma Barrandeguy nació el 8 de marzo de 1914 en Carbó, una ciudad cercana a Gualeguay. Luego de varios años y por motivos económicos, Emma y su familia deciden irse a Gualeguay a causa de una gran pérdida hacendaria que los obliga a buscar trabajo. Emma terminó sus estudios en la escuela Normal de Gualeguay y a los 15 años comienza a trabar amistad con quienes más adelante serán sus compañeros de trabajo: Juan L. Ortiz y Carlos Mastronardi. La internacional entrerriana, una investigación realizada por Agustín Alzari, profundiza sobre las actividades realizadas por Emma Barrandeguy y su grupo en la biblioteca popular de Gualeguay y cuenta que el equipo “lograría en dos años, con esos mismos escasos fondos, cambiar para siempre la historia de la institución y, en ese acto, la historia de Gualeguay. No solo porque sus tres principales escritores, Carlos Mastronardi, Juan L. Ortiz y Emma Barrandeguy, tomaron cartas en el asunto, sino por lo que efectivamente consiguieron, entre 1935 y 1936: que la Biblioteca Fomento recibiese a Raúl González Tuñón, Felisberto Hernández, Atahualpa Yupanqui (…) entre otros notables y desconocidos escritores, músicos, actores e intelectuales de la época”
Acompañada por Ernesto Hartcoff, editor reconocido en Gualeguay por incentivar a escritores jóvenes, Emma comenzó su carrera periodística y literaria entre los 18 y 19 años. En estos tiempos ella también ingresó oficialmente al grupo Claridad, donde publicó en 1936 su primer poemario. Al año siguiente se traslada a Buenos Aires y comienza a trabajar en el diario Crítica, además de realizar traducciones para El Ateneo.
Emma regresó a Gualeguay a mediados de los años ochenta después de numerosas publicaciones y menciones. Recibió el premio Fray Mocho con la novela Crónica de medio siglo. También inauguró con la compañía de otros escritores la Sociedad de escritores de Gualeguay.
            Falleció el 19 de diciembre de 2006 a causa de una enfermedad pulmonar. En la biografía preparada por su hermana se incluye un anexo después de los datos de su muerte: “Quede aquí registrado por primera vez que los escritores noveles de Gualeguay y sus alrededores le llevaban sus carpetas con poemas, cuentos, etc., para que ella les diera su opinión y les sugiriera lecturas que los ayudaran a pulir su estilo. A esa actividad de orientación y estímulo dedicaba gran parte de su tiempo”.



Su poesía

La obra poética de Emma no es numerosa, cuatro poemarios con distancias de publicación muy amplias componen toda la obra en vida. Así, después de la publicación de Poemas 1934-35 encontramos, dos décadas más tarde, su segundo libro llamado Las puertas, con un estilo de escritura distinto al anterior y que mostrará cambios con el avance del tiempo. Refracciones se publica en 1986 e inaugura una etapa que, según Irene Weiss, la compiladora de su obra, funciona como antesala al último poemario ya que demuestra “las despedidas de las experiencias vitales”. Por último, Camino hecho fue publicado en 1991 y problematiza cuestiones de la memoria desde las representaciones familiares. La escritura de Camino hecho se compone a partir de recuerdos que son vistos desde la vejez, cobrando un tono cargado de melancolía que no figuraba en otras etapas de su obra.
Cada uno de estos textos se puede dividir en tres etapas diferenciadas por el contenido de los poemarios. La primera etapa comenzaría con Poemas 1934-35, que demuestra los rasgos políticos de la autora, escribiendo sobre las presiones que sufría la clase obrera de la región. Las puertas y Refracciones se encadenan a partir de las expectativas sobre el futuro y la búsqueda de una propia identidad que se verán problematizadas en su último libro. Camino hecho cierra el ciclo con fuertes presencias de la memoria. En este caso, la aparición de la vejez impregna las representaciones que antes se mostraban como vitalizadoras: ¿Por qué no es posible el amor?,/ me preguntas./ somos viejos, respondo. (Camino hecho, El cuerpo)
Contar resumidamente de su obra édita nos sirve de introducción para hablar sobre la serie de poemas no publicados de la autora y dimensionar el trabajo de archivo realizado.
Poesías completas incluye poemarios inéditos de distintas etapas de su vida. El más grande, llamado Archivo, reúne poemas escritos durante toda su carrera y están organizados cronológicamente. Este último dato es importante de considerar, ya que figuran textos escritos desde los 17 años hasta los últimos meses de su vida. Archivo está compuesto por sesenta poemas que registran la evolución poética de Emma Barrandeguy desde lo que podríamos definir como “detrás del telón”. Según Irene Weiss muchos de esos poemas “evidencian la búsqueda de una regularidad, rítmica y métrica que en otros libros aparece sólo de modo esporádico.” Además de esto, podemos encontrar poemas que no respondían a las visiones de mundo propuestas en los libros publicados en vida. Un ejemplo sería el poema “Juguemos”, que se escribió en la etapa de Poemas 1934-35 y demuestra la vitalidad que correspondería a la segunda etapa de escritura. Aprovechamos el espacio para publicar uno de los poemas:

Juguemos

Rayemos con tiza el patio,
a escondidas de mamá
y con líneas bien marcadas
la rayuela quedará.

Jugaremos alejadas
de todas las cosas serias
y yo prometo olvidarme
que debo ser la maestra.

Con una pierna solita,
sin cambiarla y sin pisar
las rayas, hay que ir despacio
al “cielo”, punto final.

Mis veinte años se quedaron
fuera del patio con sol
donde saltando y saltando
juegan las niñas y yo.

Junio 2/943

Llegar tarde

La escritura de Emma Barrandeguy se ve impregnada de recuerdos que nos atraviesan a todos de algún modo. Ya sea en la infancia con juegos o la imagen de alguno de nuestros abuelos cuidando de un jardín. En el segundo encuentro del taller poético, que estaba relacionado con Emma, Kevin me cuenta que nuestra generación de jóvenes llegó tarde a la literatura entrerriana porque perdimos la posibilidad de tener a estas figuras presentes. A ese taller lo terminamos con la emoción de haber encontrado algo que nos faltaba a cada uno, una emoción amarga pero que logró mostrar que una llegada, aunque sea tarde, sirve.

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