Con el mismo cuidado vigilante
con que cruzamos las calles con un niño,
con el mismo cuidado minucioso
con que se cuenta el dinero de los vueltos.
E.
Barrandéguy, Las puertas II
Es invierno, aprovecho los días libres para preparar
materias de la facultad mientras el frío se ocupa de toda la casa, excepto por
un pequeño espacio donde estoy ubicado. Con vidrios empañados y calefactores al
mango, los últimos días de julio no sólo suelen ser los más frescos de todo el
año sino que hay algo en ellos que me despierta extrañeza. Algo de ese frío me
recuerda que alguien falta en casa, alguien que desde hace mucho tiempo se fue
del hogar y ha dejado sus aromas y huellas. El tiempo y la memoria, después de
mucho tiempo, se encargaron de hacer esas huellas más difusas.
Pienso en esto y suena el portero, algo que esperaba
durante mucho tiempo llega por el correo. Son las Poesías completas de Emma Barrandeguy, un libro difícil de
conseguir si consideramos la escasa tirada para una de las primeras escritoras
de Gualeguay. Me pregunto si son las coincidencias del tiempo las que hacen que
aparezca precisamente en este momento, en este día, como si fuera una señal
divina o una señal de un servicio postal desorganizado.
Mi primera lectura es desprolija, abro el libro y en
una página al azar decido comenzar a leer un fragmento:
Mi respuesta
tiene la única vulgar certeza:
dentro de
cincuenta años,
todos los de mi
edad estaremos muertos.
Y tu cargo será
ocupado por otro
y mi libro será
leído por otro.
Déjame pues.
Mientras,
dejame terminar
de leerlo.
Suelo volver sobre el modo en que los libros llegan
a nuestras manos, porque tarde o temprano condicionan nuestra forma de leerlo.
En El último lector, Ricardo Piglia
dice que cuando encontramos un libro establecemos una relación (a veces
implícita, otras no tanto) entre nuestra realidad y lo que sucede dentro del
texto. El hecho de que nuestra vida tenga que ver con esa “entrada a los
textos”, dice Piglia, está tan unida a lo que sucede en el libro que en
definitiva ese modo de acercarnos pertenece también a la literatura. Este
pequeño relato se debe justamente a contar mi llegada (tardía) al texto y
demostrar que la literatura, si no soluciona los problemas de nuestra vida, al
menos tiene un efecto reparador.
El efecto reparador que logró la poesía de Emma, en
quienes participamos del taller poético de Barriletes,
motivaron la propuesta de preparar un rescate sobre su vida y su producción
poética inédita.
Biografía
Emma Barrandeguy nació el 8 de marzo de 1914 en
Carbó, una ciudad cercana a Gualeguay. Luego de varios años y por motivos
económicos, Emma y su familia deciden irse a Gualeguay a causa de una gran
pérdida hacendaria que los obliga a buscar trabajo. Emma terminó sus estudios
en la escuela Normal de Gualeguay y a los 15 años comienza a trabar amistad con
quienes más adelante serán sus compañeros de trabajo: Juan L. Ortiz y Carlos
Mastronardi. La internacional
entrerriana, una investigación realizada por Agustín Alzari, profundiza
sobre las actividades realizadas por Emma Barrandeguy y su grupo en la
biblioteca popular de Gualeguay y cuenta que el equipo “lograría en dos años,
con esos mismos escasos fondos, cambiar para siempre la historia de la
institución y, en ese acto, la historia de Gualeguay. No solo porque sus tres
principales escritores, Carlos Mastronardi, Juan L. Ortiz y Emma Barrandeguy,
tomaron cartas en el asunto, sino por lo que efectivamente consiguieron, entre
1935 y 1936: que la Biblioteca Fomento recibiese a Raúl González Tuñón,
Felisberto Hernández, Atahualpa Yupanqui (…) entre otros notables y
desconocidos escritores, músicos, actores e intelectuales de la época”
Acompañada por Ernesto Hartcoff, editor reconocido
en Gualeguay por incentivar a escritores jóvenes, Emma comenzó su carrera
periodística y literaria entre los 18 y 19 años. En estos tiempos ella también
ingresó oficialmente al grupo Claridad,
donde publicó en 1936 su primer poemario. Al año siguiente se traslada a Buenos
Aires y comienza a trabajar en el diario Crítica,
además de realizar traducciones para El Ateneo.
Emma regresó a Gualeguay a mediados de los años
ochenta después de numerosas publicaciones y menciones. Recibió el premio Fray
Mocho con la novela Crónica de medio
siglo. También inauguró con la compañía de otros escritores la Sociedad de
escritores de Gualeguay.
Falleció el 19 de diciembre de 2006
a causa de una enfermedad pulmonar. En la biografía preparada por su hermana se
incluye un anexo después de los datos de su muerte: “Quede aquí registrado por
primera vez que los escritores noveles de Gualeguay y sus alrededores le
llevaban sus carpetas con poemas, cuentos, etc., para que ella les diera su
opinión y les sugiriera lecturas que los ayudaran a pulir su estilo. A esa
actividad de orientación y estímulo dedicaba gran parte de su tiempo”.
Su poesía
La obra poética de Emma no es numerosa, cuatro
poemarios con distancias de publicación muy amplias componen toda la obra en
vida. Así, después de la publicación de Poemas 1934-35 encontramos, dos décadas
más tarde, su segundo libro llamado Las
puertas, con un estilo de escritura distinto al anterior y que mostrará
cambios con el avance del tiempo. Refracciones
se publica en 1986 e inaugura una
etapa que, según Irene Weiss, la compiladora de su obra, funciona como antesala
al último poemario ya que demuestra “las despedidas de las experiencias
vitales”. Por último, Camino hecho fue
publicado en 1991 y problematiza
cuestiones de la memoria desde las representaciones familiares. La escritura de
Camino hecho se compone a partir de
recuerdos que son vistos desde la vejez, cobrando un tono cargado de melancolía
que no figuraba en otras etapas de su obra.
Cada uno de estos textos se puede dividir en tres
etapas diferenciadas por el contenido de los poemarios. La primera etapa
comenzaría con Poemas 1934-35, que
demuestra los rasgos políticos de la autora, escribiendo sobre las presiones
que sufría la clase obrera de la región. Las
puertas y Refracciones se
encadenan a partir de las expectativas sobre el futuro y la búsqueda de una
propia identidad que se verán problematizadas en su último libro. Camino hecho cierra el ciclo con fuertes
presencias de la memoria. En este caso, la aparición de la vejez impregna las
representaciones que antes se mostraban como vitalizadoras: ¿Por qué no es
posible el amor?,/ me preguntas./ somos viejos, respondo. (Camino hecho, El cuerpo)
Contar resumidamente de su obra édita nos sirve de
introducción para hablar sobre la serie de poemas no publicados de la autora y
dimensionar el trabajo de archivo realizado.
Poesías
completas incluye poemarios inéditos de distintas etapas de su
vida. El más grande, llamado Archivo,
reúne poemas escritos durante toda su carrera y están organizados
cronológicamente. Este último dato es importante de considerar, ya que figuran
textos escritos desde los 17 años hasta los últimos meses de su vida. Archivo está compuesto por sesenta
poemas que registran la evolución poética de Emma Barrandeguy desde lo que
podríamos definir como “detrás del telón”. Según Irene Weiss muchos de esos
poemas “evidencian la búsqueda de una regularidad, rítmica y métrica que en
otros libros aparece sólo de modo esporádico.” Además de esto, podemos
encontrar poemas que no respondían a las visiones de mundo propuestas en los
libros publicados en vida. Un ejemplo sería el poema “Juguemos”, que se
escribió en la etapa de Poemas 1934-35
y demuestra la vitalidad que correspondería a la segunda etapa de escritura.
Aprovechamos el espacio para publicar uno de los poemas:
Juguemos
Rayemos con tiza el patio,
a escondidas de mamá
y con líneas bien marcadas
la rayuela quedará.
Jugaremos alejadas
de todas las cosas serias
y yo prometo olvidarme
que debo ser la maestra.
Con una pierna solita,
sin cambiarla y sin pisar
las rayas, hay que ir despacio
al “cielo”, punto final.
Mis veinte años se quedaron
fuera del patio con sol
donde saltando y saltando
juegan las niñas y yo.
Junio 2/943
Llegar tarde
La escritura de Emma Barrandeguy se ve impregnada de
recuerdos que nos atraviesan a todos de algún modo. Ya sea en la infancia con
juegos o la imagen de alguno de nuestros abuelos cuidando de un jardín. En el
segundo encuentro del taller poético, que estaba relacionado con Emma, Kevin me
cuenta que nuestra generación de jóvenes llegó tarde a la literatura
entrerriana porque perdimos la posibilidad de tener a estas figuras presentes.
A ese taller lo terminamos con la emoción de haber encontrado algo que nos
faltaba a cada uno, una emoción amarga pero que logró mostrar que una llegada,
aunque sea tarde, sirve.
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