lunes, 5 de octubre de 2015

Bosques. El derecho a la poesía (Segundo encuentro del Taller sobre Mediación de lectura)

Este Sábado 3 de octubre tuvo lugar, la segunda jornada del Taller sobre Mediación de lectura de nuestra Biblioteca, que se iniciara el pasado 26 de septiembre.

En esta oportunidad reflexionamos sobre una insistencia, que Graciela Montes enunciara en La frontera indómita en estos términos: "¿Por qué hacer literatura? ¿Por qué leer literatura? ¿Por qué editar literatura? ¿Por qué enseñar literatura? ¿Por qué insistir con que la literatura forme parte de la vida de las personas?" 

Para hablar de un derecho a la poesía el encuentro tuvo tres momentos entre la literatura, la experiencia y la teoría, aunque con sutiles límites entre ellos, siempre maleables. De esta forma comenzamos el encuentro con la lectura entre dos o más de poemas que fuimos llevando a las escuelas durante estos años. Luego narramos parte de nuestras experiencias de trabajo dentro de las Escuelas públicas de Paraná y desembocamos en la lectura en grupos del texto de Graciela Montes mencionado.

Hacia el final regresamos a la literatura para darnos cuenta de que en ella residían todas las claves, al leer juntos el relato Irulana y el ogronte, de la misma Graciela Montes.

Dejamos estas pocas fotos tomadas por Eduardo Pirovano (¡gracias!). Hay mañanas que son díficiles de contar y más aún de fotografiar. Pero que, les podemos asegurar se nos quedan prendadas en algún sitio de eso que llamamos equipaje poético, cuerpo, memoria.

P.D. Entre las fotos se colaron algunos de los poemas que leímos esa mañana. Qué se le va a hacer, ellos insisten como nosotros.



Todos ruedan

Las ovejas
las abejas
las madejas
los botones
los melones
los limones
las naranjas
las lentejas
y los chicos
y los viejos
y las viejas
todos ruedan
si los dejan.
                                      Laura Devetach, en Secretos en un dedal (2009)




Decir

El mar quiere decirle
secretos a la arena;
prepara en las orillas
sus voces más serenas.

Pero se calla,
pero se apena.

El mar quiere acercarle
cien collares de espuma
y las escamas dulces
que le deja la luna.

Pero se calla,
pero se abruma.

El mar se esconde entonces    
en una caracola
y susurra, apenitas,
un silencio de ola.

María Cristina Ramos, en La luna lleva un silencio (2005) 


La mejor de las horas posibles

A la hora precisa en que grandes panteras lustrosas y temibles acechan a sus presas, ojos verdes, pieles negras.

En el minuto exacto en que el rumor del día se apaga dando paso al misterio y la sombra, al beso y el zarpazo.

En le preciso instante en que el ojo del mundo parpadea y se abre: la hora en que el león despierta en la sabana, cuando el mar y la luna se acercan y se aman.

La hora en que mi estrella amanece y me llama, la hora en que las brujas vuelan por las ventanas…

¡Justamente a esa hora me mandan a la cama!

Ana María Shua, en Las cosas que odio y otras exageraciones (1998)





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