domingo, 16 de octubre de 2016

Cuidar el corazón. Huellas y puertos. - Entrevista a Norma Barbagelata.


Por Mariángeles Garcia y Kevin Jones


“Sabemos que la palabra corazón es excesiva, inmensa, y al mismo tiempo, está devaluada, banalizada y mercantilizada, abundan los ositos de peluche con corazones que dicen <<te quiero>>… Recordamos que Marguerite Yourcenar decía <<el corazón es algo que se vende en las carnicerías>>. Aún así, deseamos encontrar un lugar para el corazón, un puerto donde alojarlo que no sea los ositos de peluche ni las carnicerías.”

Norma Barbagelata, Lo que inquieta al corazón.

Desde el año pasado, en la Biblioteca barriletera “Esos Otros Mundos” sostenemos un trabajo de investigación, que se presenta como continuidad de los talleres de formación interna entre quienes, a partir de Barriletes, se vinculan con niños y niñas que se vienen produciendo en nuestra institución desde hace algunos años. En el marco de este andar, comenzamos a leer textos que nos permitan observar nuestras prácticas, construir nuevos modos de pensar y reflexionar acerca de lo que pasa en los talleres de Mediación de Lectura en los distintos espacios donde suceden: la escuela, el barrio, el hospital. Así llegaron a nuestra biblioteca algunos escritos de Norma Barbagelata. 

Norma es Psicoanalista, Licenciada y Profesora en Filosofía y ejerce como docente en distintas instancias universitarias, de posgrado y maestrías.

Cuidar al corazón

Nos detenemos un momento en su texto “Lo que inquieta al corazón”. En ese comienzo, en ese tratar de darle un lugar al corazón –que citamos al comienzo de esta nota-, sentíamos que allí en ese párrafo podíamos permitirnos hipotetizar que nuestra Biblioteca, Barriletes, era una forma de darle un lugar al corazón, de construir un puerto entre lo íntimo y lo social. 

─ ¿A qué sitios crees que deberíamos apostar para “buscarle un lugar al corazón”?

─ Creo que uno busca eso desde su propia necesidad de vivir. Es decir: de vivir con sentido, de vivir haciendo lo que realmente querés hacer. De vivir cercano a tus verdades. De vivir haciendo lo que te parece que tenés que hacer, digamos. Y siempre, por supuesto, sabes que negociás cosas. Sabes que dentro de vivir en este mundo tenés que aprender a ir a un banco y hablar con el cajero automático; tenés que aprender a hacer una propuesta de investigación -que cada vez tiene más pasos burocráticos y que perdés algo así como el setenta por ciento de tu energía rellenando papeles. 

─ El universo kafkeano nos acecha, lo tenemos en cuanto abrís la puerta de la Universidad. Te encontrás del otro lado con gente maravillosa y de repente decís, “ay no, no estamos en un universo de robots”. Pero al mismo tiempo hay una Reglamentación en la Universidad donde, también, todos estamos obligados a cumplir ciertas cuestiones que la burocracia, que la vida social nos impone. Y ahí salís de lo que te gusta y de lo que querés, y de lo que te empuja al corazón y operas desde otro lugar. El tema es que el corazón no se te seque, no pierda el contacto con vos mismo, porque sino te perdés la posibilidad de la sensibilidad. Yo no la quiero perder, porque disfruto la sensibilidad. La insensibilidad es una cosa feísima, es lo que produce que la gente entre en esta desmesura capitalista de tener más y más porque son absolutamente insensibles. Y eso lo pagan demasiado caro. Yo prefiero sentir de otro modo. Conservando mi corazón. Relacionándome con gente que preserva su corazón.

─ También cuido mucho a los trabajadores que se desempeñan en la línea de "trinchera", aquellos que se desempeñan en contacto con la parte más rechazada  de lo social. He trabajado bastante esta cuestión de “hay que cuidar al corazón, compañeros”. (…) Hay que hacer un entrelazamiento Eros (amor) y Thánatos (muerte) todo el tiempo, de manera tal que vos puedas renovar las alegrías de los encuentros, la risa, el disfrute. Y no que te quede una especie de cosa masoquista, gozosa, de sufrimiento: ese niño que no me lo puedo sacar de la cabeza. No. Tenés que poder sacártelo de la cabeza. Tenés que poder olvidarlo, para poder renovar tus fuerzas, para poder volver a trabajar en ciertos lugares. El corazón tiene todas esas cosas. Ese cuidado que hay que tener con él, y al mismo tiempo es por lo único que vale la pena hacer las cosas. 



El cuidado de la infancia 

Desde Barriletes, en el vínculo institucional con la infancia, puede buscarse un cuidado del corazón. 

─ ¿Cómo pensas vos estas cuestiones en la relación a las infancias y las instituciones públicas en Paraná? Si hay faltas ¿Qué deberíamos atender, o qué fortalezas deberíamos seguir manteniendo? 

─El tema de la infancia es un tema que nos ha ocupado mucho. Hace veinte años atrás, en una Asamblea del Colegio de Psicólogos me acuerdo que hablamos, frente a todos los colegas, y nos propusimos que el Colegio tenía que tomar el tema de la infancia como un tema prioritario, porque veíamos que estábamos asistiendo a un suicidio colectivo, en la medida  en que permitíamos que, en nuestra ciudad y en nuestra sociedad, los chicos se criaran en la calle. Porque si los chicos se crían en la calle, si no hubo ningún cuidado, ese niño no va a aprender jamás lo que es cuidarse o cuidar al otro y lo único que sabe es buscar lo que necesita para sobrevivir de la manera que fuere, sin ningún cuidado ni por su propia integridad ni por la integridad de nadie. Esto es un nivel de disolución cultural que atenta contra la posibilidad misma de la cultura. Es lo que dice Freud en El malestar de la civilización: Una cultura como la nuestra, que plantea los goces con esta distribución es una civilización suicida. Yo sigo pensando que tenemos posiciones que son absolutamente suicidas. Y a partir de ahí estuvimos trabajando en forma recurrente en el tema de la infancia. 
─Como adultos tenemos que preguntarnos, intervenir, decirle a otros, decirlo en los diarios, decirlo en nuestros escritos, promover instituciones... Yo trabajé muchos años con el equipo de Infancia de Santa Fe, que dependía de Salud Mental y trabajaba con los niños de la calle. Hicimos un montón de trabajos. En este momento llevamos hace un año un laburo de recopilación de los trabajos que se hicieron con el equipo de Santa Fe, un equipo maravilloso de gente. Psicoanalistas, terapistas ocupacionales, profesoras de gimnasia, trabajadores sociales. Estuvimos cuatro años trabajando esa experiencia. Y hay experiencias de todo tipo. Entonces, yo  planteo la cuestión del trabajador y el impacto que producen estas realidades tan duras, para nosotros: no solo para el que la vive. Son durezas diferentes y que tenemos que aprender a situar. Son dificultades distintas. Pero para nosotros es difícil. Se te mueven todas las identificaciones, acerca de lo que está bien, de lo que está mal, de lo que es un ser humano, de lo que es el dolor, de lo que es el placer. Todo. Se te mueve todo. Sobre todo se te mueven las responsabilidades sociales que tenemos. Es complicado eso. 

─Es necesario poder desidentificarse. A mí me parece que en esos momentos, es interesante que en el grupo ustedes, tomen la idea de hablemos de lo que nos conmocionó, fundamentalmente. Qué me impactó a mí. Me impactó cuando Fulanito dijo tal palabra, o cuando Menganito contó cómo le pegaba el papá, o cuando Sultanito contó cómo vio cuando mataban a alguien. 

Así, Norma plantea que es necesario poder separar, crear una distancia entre aquello que el niño nos cuenta, su propio malestar, su dolor, de aquello que en nosotros despierta y resuena como angustia. Poder identificar por qué para uno, como tallerista en este caso, aquello que escuchamos, vemos, sentimos, tiene ese correlato, poder diferenciar e identificar qué es lo que nos conmocionó a nosotros, como sujetos. Y sitúa:

-Porque tu trabajo es ese: no confundir tu angustia y tus representaciones con las del niño, y si vos tuviste un impacto tan fuerte, las confundís y se las aplicas. Ahí el niño se ve desde un lugar que le resulta más doloroso todavía. Tu mirada le hace doler en un lugar donde a él no le dolía. Bueno, entonces, aprender de eso. No quiere decir ser insensible a ese dolor que uno sabe que el niño trae. Hablemos de ese dolor que el niño trae, y veamos cómo podemos ayudarlo en ese dolor que el niño trae. Con las posibilidades que el niño mismo nos tiene que decir que él encuentra. Porque él es el que conoce su medio. Él es el que sabe si hay una vecina tres cuadras más allá que, si él va le da un refugio durante tres horas. Él es el que tiene que acordarse en la charla con vos que está esa vecina. En todo caso, lo tuyo es promover a que encuentre qué cosas le han hecho bien. En qué momento ha logrado, o con qué cosas se olvida. O incluso más, el espacio que les estoy proponiendo es un espacio que permite el olvido. Eso me parece que es fantástico.

─Tenemos que construir un Otro Social, con instituciones, con personas, aunque sea de a ratitos, y que intenten introducir estos niños en un mundo simbólico donde tengan posibilidades de hacer otra cosa que matarse. Porque aquí es como dice Safouan que dice Lacan que dice Freud: la palabra o la muerte. Nosotros vamos por la vía del Eros enlazada a la palabra; lo otro es la vía del Thanatos, que se enlaza a las armas, a la guerra, al cuerpo a cuerpo, a la violencia. Nuestra propuesta es la otra, la del Eros.



Las ilustraciones de este post pertenecen a Mandana Sadat

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