sábado, 2 de mayo de 2015

Diana Bellessi, una poética del don - Por Milena Frank

Ubicada en un rincón de la terraza que suelo habitar por las tardecitas cuando baja el sol, comienzo a leer textos sueltos de un poemario, “Mate cocido”. Compré hace un año atrás el libro que lo contiene, junto a otros poemarios de Diana Bellessi. Mi lectura venía siendo esporádica y un tanto lúdica. Leía de a poemas sueltos, los que llamaban mi atención. Esa tardecita, mientras realizaba esta tarea, me encuentro con unos versos: A ver, ¿qué hago mientras me vuelvo vieja ?/ charlo. Con los animales primero / y si hay fortuna o temor con la gente. Me sobrecogí al leerlos. En ese “charlar mientras nos volvemos viejos”, encontraba el eco de una voz familiar, cercana, se me presentaba una abuela que busca constantes excusas para que el dialogo no se termine cuando vas a visitarla.  
Seguí leyendo, traicionando esa lectura desprolija, quedándome con “Mate cocido” hasta que terminó de caer el sol.

Cuánto hay en cada vida si se escucha
y el que cuenta diseña los bocetos
del magnífico dibujo, ¿…entonces?,
¿cómo era…? Esa loca picardía
y un amor clandestino o dolor
vuelto alegría, siempre carcajadas
en la rémora y pasan ataúdes
y una estela de puntitos brillantes
que fragua alguna escena aquí o allá
como un campo de hierba tornasol,

vidas cuando anochece en otoño


En otro escenario, ahora ya en la biblioteca de Barriletes, una mañana de diciembre, leemos estos mismos poemas en el taller poético. Hablamos de las voces y personajes que escuchamos y encontramos en ellos. ¿Cómo se relacionan con la infancia, la casa, la familia del sujeto lírico que habla allí? ¿Qué textos despertamos mientras recorremos los poemas? ¿Por qué me quedo toda la tarde con lo que dicen unos versos, “charlar mientras nos volvemos viejos”?

Sobre la poeta 

Diana Bellessi nace el 11 de febrero de 1946 en Zavalla, un pueblo santafecino. Es hija de inmigrantes italianos que se asentaron en esa región alquilando una chacra y cultivando el campo. Vivía, como ella misma relata, en una casa chorizo, rodeada por sus tíos, abuelos y trabajadores golondrinas. Fue la primera de la familia en poder acceder a la educación secundaria y luego se licenció en filosofía en la Universidad Nacional del Litoral. Terminada su carrera universitaria, parte a recorrer Latinoamérica en un viaje de siete años. En 1972 publica en Ecuador su primer libro de poemas, “Destino y propagaciones”. Posteriormente, llega a Buenos Aires y vive en diferentes lugares, entre ellos Fuerte Apache. Estudia jardinería en el Jardín Botánico. En 1988 realiza un taller en diferentes cárceles reuniendo los textos en un libro que se titula “Paloma de contrabando”.
Con el Golpe que impuso la dictadura militar, Diana se refugiará en una casita del Delta del Paraná, donde continúa escribiendo un  poemario llamado “Tributo del mudo”, en dialogo y denuncia frente a la situación social que vivíamos en nuestro país. Ha ganado diferentes premios y becas por su poesía, entre ellos la Ciudadanía ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Entre los años 2001 y 2002 escribe y publica “Mate cocido”. Actualmente vive en Buenos Aires, dónde realiza lecturas de sus poemas y talleres alternando temporadas también en su casa del Delta.



Sobre su obra

La obra de la poeta es vasta. Comienza a publicar en 1972 y lo continúa realizando hasta hoy día. Además de diferentes poemarios, publicó ensayos, como el  titulado “Pequeña voz del mundo” (2011) en dónde reflexiona sobre la voz y los objetos de la poesía en dialogo con su propia obra poética.
Un crítico argentino que ha indagado en la obra de esta autora, Daniel Monteleone, menciona que debemos pensar sus textos como un sistema poético: El lector que recorra el conjunto de sus libros habrá de percibir entre ellos una trama reflexiva que los relaciona y organiza, por la cual la totalidad responde a un orden creciente y complejo, que además permanece abierto a diversos cambios. Así, cada nuevo libro de Diana Bellessi, perfecciona y a la vez modifica ese sistema, indagando aspectos que el libro anterior no había agotado pero, sin embargo, previó con holgura.
Siguiendo esta idea es que en “Mate cocido” se recuperan cuestiones anteriores, como una mirada de la naturaleza en tanto campo de diferentes sentidos, mitos, una atención al detalle o a objetos pequeños, “inútiles”, voces familiares. Pero, como Monteleone teoriza, se van perfeccionando.
En su libro “El camino lector” Laura Devetach, una escritora argentina de literatura infantil, dice que cada uno de nosotros estamos habitados por textos, diferentes textualidades que vamos internalizando desde que nacemos y que nos van conformando, a la vez de que permiten una disponibilidad poética. Allí están, por ejemplo, las historias que escuchábamos de nuestras abuelas, tías, tíos, mamás o papás. Todos nuestros recuerdos entrelazados que se van actualizando cuando leemos un texto, como me sucedió a mí, al leer esos versos.
A esta textoteca interna como lo llama la autora, acudimos y actualizamos en la lectura de este poemario, ya que presenciamos en los poemas un acto de donación de todas esas historias y voces, que conforman gran parte del asiduo textual de quien escribe, de los recuerdos de infancia, de viajes, del cambio de siglo, de la crisis del 2001.

Historias y donaciones

Los recuerdos e historias que se van hilando de manera desordenada, como una charla en una ronda de mates, tienen carácter de don en la medida que, como propone Derrida, un filósofo francés, no hay conciencia de que hay algo que se está dando. La poeta se concibe como una “oidora” que deja hablar y es hablada en sus poemas por diferentes personajes. “Los bolitas”, “the drag queen”, el “Tata”, “Julia Hill”, “María Sabina”. Todos reunidos bajo dos epígrafes que abren el libro:



Así está hecha mi gente
son de acero y son de ley.  
         (La Mona Giménez, “Mate cocido”)

Segundo David Peralta, alias Mate Cosido
resistió fuera de la ley, resistió fuera de la ley.  
                                                                                     (Giego-Chumbita, “Bandidos rurales”)



Las voces que aquí se convocan  y por las cuales habla el sujeto de los poemas, se relacionan con sectores subordinados, marginados. Viven fuera de la ley como Segundo David Peralta, de una ley patriarcal, normativa, pero a la vez luchan por su integridad. Y así las verdaderas identidades se reconocen en el lugar en el que se discuten.  Por eso es que, como reza La Mona, son de ley. Esta ley de la que no forman parte, pero a la vez marca su ser tiene que ver con una búsqueda.
Mientras leemos y comentamos los poemas, Kevin dice que se puede ver en los poemas el planteo de una ética, un modo de vivir. Y de eso se trata esa búsqueda. Una lucha por encontrar nuevas formas de decir, nuevas formas de estar en el mundo. Para eso es que aquí se vuelve a los personajes marginales, las historias comunes, contadas en grandes mateadas. Buscando gestos donados, gratuitos, que no implican una retribución y que cuestionen  las lógicas dominatorias.
Gestos, palabras, acciones que pasen por el trueque:

La mañana de invierno
Acuna, la palabra
Saciada en el silencio
Habla, pero no sin antes
No pasa por el trueque:
¡lindo día!, ¿un mate?,
 Hasta la vuelta, siempre 

para Barriletes (Abril 2015)

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