Así
como se prepara un terreno para sembrar, así como se da vuelta la
tierra, o como se deposita una lombriz en una maceta para ver qué va
a pasar después, ¿de qué manera puede devenir jardín un taller
sin estos pequeños gestos indispensables? Sin querer, Apuntes
para un jardín ha representado
en la cartografía de nuestro hacer un acompañamiento a la mudanza y
reorganización de nuestra biblioteca. La única actividad de
mediación que se ha estado realizando en el espacio físico donde
funcionaremos próximamente, moviéndose por las habitaciones,
oficina, cocina, salón, patio: el poema se vuelve eco en una casa
desconocida.
La siembra se vuelve de repente encuentro con el
otro inesperado (Gabi, Giuli, Luciana, ¿serán ellas los retoños en
nuestro cantero?), pero también deseo de escritura que, como la
belleza de una flor, nos excede. Nos volvemos pequeños balbucientes
ante la lectura que no sabemos escribir. El jardín, sin saberlo, se
nos transforma en un terreno monstruoso: Bellessi nos ha enseñado
que nuestros espacios necesitan de arañas engullendo moscas verdes.
Quizás porque un jardín tiene luces y sombras,
su lectura (el atravesarlo) debe ser hecha en grupo.
En la hondura de las islas
los búhos rasgan
la masa delicada
de la música. Llaman "Shektani"
se repite en bantu,
las guineas
do mato en las sabanas
de Mozambique. "Shektani"
de doble cara:
el diablo. He visto
en la verja de bambú
del porche de mi casa,
una tacuarita
devorar las moscas
agonizantes que pendían
de la tela de una araña
Detalle,
y la gracia de su media cara
Sí, lo que alcanza mi
mirada. Me sujeto a
este
orden y acepto
lo que mi alma teme:
no visto por mi ojo
aquel, vacío perfecto
Hacemos
trampa y buscamos en el PDF la palabra “araña”. Allí donde
debíamos aprender la hondura de un libro donde nos queríamos saber
navegantes experimentados de un poemario no recordamos hoja ni
sección, ni primer verso que funcione como título. Recordamos en
cambio una escena: arañas comiendo moscas. Donde debería haber
lectura, hay mirada. Bellessi tiende astutamente su red, y detenidos
en la metáfora y en la presencia de esa palabra tan –creíamos–
ajena al jardín caemos en su trampa. La habitante del Delta no sólo
aprende los vicios del bonsai, sino también las artes de la cacería.
Tememos
estar siendo demasiado melosos, cuando al principio solo queríamos
hacer el raconto de nuestras actividades en Apuntes.
Es tarde, y estamos solos en nuestro lugar de trabajo. En verdad
queríamos decir: este poema suena como música y no nos interesa
buscar el significado de Shektani.
Comenzar
las lecturas de este grupo desde su ejemplar más obvio: leer el
jardín en un libro llamado El jardín
era una opción que al comienzo proponíamos como muestra
metodológica. Más que la inauguración de un corpus, El
jardín viene a ser para
nosotros el movimiento de síntesis en el que se condensan
operaciones de escritura que van más allá de Bellessi.
Es
resultado del detenimiento moroso del grupo en un poemario particular
que las preguntas se vuelvan hacia las palabras con que está hecho,
excediendo al autor. Las preguntas quedan, entonces, de nuestro lado.
Debe ser de estas preguntas de donde proviene el deseo de escritura
que nombramos más arriba.
Somos
optimistas del más allá de El jardín:
Beatriz Vallejos, Reynaldo Ros, Calveyra, Emma Barrandeguy. ¿Qué
nos depararán? ¿Cómo vamos a mirar un jardín después? ¿Le
leeremos un poema a un gladiolo? Más aún, la pregunta sigue siendo
cómo nos prepararemos para esperar sus palabras.
Lautaro y Kevin
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