viernes, 15 de mayo de 2015

Así como se prepara un terreno para sembrar...


Así como se prepara un terreno para sembrar, así como se da vuelta la tierra, o como se deposita una lombriz en una maceta para ver qué va a pasar después, ¿de qué manera puede devenir jardín un taller sin estos pequeños gestos indispensables? Sin querer, Apuntes para un jardín ha representado en la cartografía de nuestro hacer un acompañamiento a la mudanza y reorganización de nuestra biblioteca. La única actividad de mediación que se ha estado realizando en el espacio físico donde funcionaremos próximamente, moviéndose por las habitaciones, oficina, cocina, salón, patio: el poema se vuelve eco en una casa desconocida.

La siembra se vuelve de repente encuentro con el otro inesperado (Gabi, Giuli, Luciana, ¿serán ellas los retoños en nuestro cantero?), pero también deseo de escritura que, como la belleza de una flor, nos excede. Nos volvemos pequeños balbucientes ante la lectura que no sabemos escribir. El jardín, sin saberlo, se nos transforma en un terreno monstruoso: Bellessi nos ha enseñado que nuestros espacios necesitan de arañas engullendo moscas verdes.

Quizás porque un jardín tiene luces y sombras, su lectura (el atravesarlo) debe ser hecha en grupo.



En la hondura de las islas


los búhos rasgan


la masa delicada


de la música. Llaman "Shektani"


se repite en bantu,


las guineas


do mato en las sabanas


de Mozambique. "Shektani"


de doble cara:


el diablo. He visto


en la verja de bambú


del porche de mi casa,


una tacuarita


devorar las moscas


agonizantes que pendían


de la tela de una araña


Detalle,


y la gracia de su media cara





Sí, lo que alcanza mi


mirada. Me sujeto a


este


orden y acepto


lo que mi alma teme:


no visto por mi ojo

aquel, vacío perfecto

Hacemos trampa y buscamos en el PDF la palabra “araña”. Allí donde debíamos aprender la hondura de un libro donde nos queríamos saber navegantes experimentados de un poemario no recordamos hoja ni sección, ni primer verso que funcione como título. Recordamos en cambio una escena: arañas comiendo moscas. Donde debería haber lectura, hay mirada. Bellessi tiende astutamente su red, y detenidos en la metáfora y en la presencia de esa palabra tan –creíamos– ajena al jardín caemos en su trampa. La habitante del Delta no sólo aprende los vicios del bonsai, sino también las artes de la cacería.

Tememos estar siendo demasiado melosos, cuando al principio solo queríamos hacer el raconto de nuestras actividades en Apuntes. Es tarde, y estamos solos en nuestro lugar de trabajo. En verdad queríamos decir: este poema suena como música y no nos interesa buscar el significado de Shektani.

Comenzar las lecturas de este grupo desde su ejemplar más obvio: leer el jardín en un libro llamado El jardín era una opción que al comienzo proponíamos como muestra metodológica. Más que la inauguración de un corpus, El jardín viene a ser para nosotros el movimiento de síntesis en el que se condensan operaciones de escritura que van más allá de Bellessi.

Es resultado del detenimiento moroso del grupo en un poemario particular que las preguntas se vuelvan hacia las palabras con que está hecho, excediendo al autor. Las preguntas quedan, entonces, de nuestro lado. Debe ser de estas preguntas de donde proviene el deseo de escritura que nombramos más arriba.

Somos optimistas del más allá de El jardín: Beatriz Vallejos, Reynaldo Ros, Calveyra, Emma Barrandeguy. ¿Qué nos depararán? ¿Cómo vamos a mirar un jardín después? ¿Le leeremos un poema a un gladiolo? Más aún, la pregunta sigue siendo cómo nos prepararemos para esperar sus palabras.

Lautaro y Kevin

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